Habitualmente, una crisis de pareja desemboca en una separación o divorcio. Suele tratarse de una situación temporal que provoca tensiones y requiere un tratamiento especial exclusivo para las necesidades de asesoramiento jurídico, incluyendo una buena dosis de empatía con los clientes, ya que la situación es altamente emocional y las medidas adoptadas pueden tener graves consecuencias en el futuro.
La diferencia entre ambos conceptos es que el divorcio disuelve la relación matrimonial, mientras que la separación no. En este caso, sin embargo, sólo un juez puede autorizar el divorcio antes de que la pareja decida volver a casarse.
Aun así, cuando una pareja tiene hijos menores de edad propios del matrimonio, los intereses de esos hijos están mejor protegidos.
Por una u otra razón (intereses económicos o financieros, o desavenencias imperdonables entre la pareja) resulta difícil resolver la situación de forma amistosa, y el proceso de mutuo acuerdo da paso al contencioso administrativo, lo que da lugar a un procedimiento largo, complicado y doloroso, de resultado incierto.
El proceso menos perjudicial sigue siendo el de mutuo acuerdo. Es menos traumático para los padres y sus hijos menores de edad; al mismo tiempo, la pareja puede decidir fácilmente todas las medidas pertinentes, incluida sobre todo la liquidación de los bienes gananciales. Todo lo que tienen que hacer es acordar las medidas apropiadas, que serán ratificadas por el Tribunal. Un único Abogado, designado por la pareja, se encargará de todo por ellos. Lógicamente, el coste del proceso de mutuo acuerdo es menor. Además, cuando no hay hijos menores o incapacitados, el proceso puede realizarse ante Notario.
De lo contrario, el divorcio o la separación tendrán que pasar por un proceso judicial contencioso. En tal caso, cada parte necesitará un Abogado experto en la materia que asuma su defensa; se trata de un largo proceso lleno de escollos y enfrentamientos que perjudican tanto a los padres como a sus hijos.
